sábado, 4 de julio de 2009

TURISMO CULTURAL. UNA REALIDAD EN DOS PLANOS:

POLITÍCAS CULTURALES Y POLITÍCAS TURÍSTICAS. Se estima que cerca del 10% de las llegadas turísticas en el mundo tienen un propósito turístico-cultural, siendo destacable el mercado europeo que demanda una vinculación entre naturaleza y cultura antes de decidir el destino turístico, siendo además el turismo cultural uno de los mercados cuyo crecimiento siempre ha sido ascendente. Algunos investigadores defienden la idea que al viajar participamos de la realidad cultural del territorio que nos acoge y, por tanto, el hecho cultural es un elemento intrínseco de la actividad turística. Tomando en cuenta esta percepción y partiendo de mi experiencia en este campo, considero que a pesar de la existencia de muchos elementos derivados de la actividad turística desarrollados dentro de unos parámetros globalizados, con aspectos positivos y negativos intrínsecos, el turismo cultural tiene efectos muy positivos en las sociedades receptoras, siempre que su desarrollo esté en equilibrio con la capacidad de recepción de las sociedades abiertas a estas prácticas. Estos efectos vienen determinados principalmente por la fuerza de la identidad cultural de estas comunidades, así como su capacidad de adaptación a una realidad cambiante en cada momento. Por tanto, es esencial desarrollar una política cultural y una política turística de manera conjunta, dado que aun siendo hechos diferentes tienen un porcentaje altísimo de puntos en común que son necesarios tomar en consideración. El desarrollo cultural y el desarrollo turístico van unidos por un conjunto importante de actividades que se corresponden con la finalidad de convertirse en auténticos motores de la sociedad donde se promueven.Las políticas culturales y turísticas deben desplegar estrategias que apoyen el desarrollo económico y que, a su vez, destaquen las líneas de desarrollo, respeto, valoración y potenciación de la cultura del territorio, teniendo como punto de inicio promover y/o fortalecer el conocimiento, el respeto y la valoración de esta realidad cultural por toda la sociedad. No es conveniente ni válido llevar a cabo una gran promoción externa de un determinado territorio como oferta turístico-cultural sin atender previa o paralelamente las posibles carencias existentes dentro del mismo, ya que en este caso, la sociedad que “oferta” no conoce ni valora su identidad cultural. Desde mi punto de vista, las políticas deben contemplar como estrategias básicas el fomento de la creatividad y de la participación social, la promoción de la identidad cultural y el estímulo de la diversidad cultural, con la finalidad de que cada territorio logre “exponer” estos elementos de manera equilibrada y pueda “ofrecer” el hecho de conocerlos en las mejores condiciones de calidad y seguridad, siendo positivo desde diversos puntos de vista (social, económico y cultural) tanto para las sociedades receptoras como para todos aquellos que deciden visitar un determinado territorio y se convierten, a su vez, en parte de su realidad. De esta manera se favorece un consumo de su patrimonio cultural, este último entendido como el conjunto de recursos culturales de un lugar, creados y conservados por sus habitantes a lo largo de su historia.Cuando este patrimonio se presenta al alcance del turista para su valoración, uso y disfrute, los distintos elementos que componen este patrimonio se convierten en productos culturales y para ello es necesaria una promoción que lo convierta en una oferta cultural y genere el consumo cultural.Es aquí donde podemos definir como producto turístico-cultural la propuesta de viaje fuera del lugar de residencia habitual, estructurada desde productos y ofertas culturales a las que se incorporan servicios turísticos: transporte, alojamiento, seguridad, gastronomía y otros. Actualmente, en el contexto turístico no existe contradicción alguna sobre la idea de la actividad cultural como un factor que puede desempeñar un papel importante, a efectos de generar ingresos económicos extraordinarios en aquellas poblaciones donde se desarrolle una política turística, que logre contemplar en su diseño líneas de acción orientadas con la propuesta del turismo cultural. La artesanía es quizás el caso más evidente, pero no el único, de la potenciación de la producción cultural que logra a su vez fortalecer y valorar la identidad cultural. Ejemplos que podemos encontrar en cualquier lugar del mundo: Marrakech (Marruecos), Jaén (España), Coyhaique (Chile-Patagonia) o Tintorero (Venezuela), Medellín Colombia, entre otros. Por ejemplo, desde un punto de vista exclusivamente económico, la artesanía ofrecida a los turistas mediante el trabajo de artesanos asociados favorece a sectores sociales relativamente amplios y de bajos ingresos, mediante las ventas realizadas a los turistas, logrando estas asociaciones acceder a una parte del ingreso proveniente del sector turismo. Cada Dollar o euro gastado por el turista en la compra de artesanía contribuye a una mejora y creación de la riqueza alternativa y complementaria a la tradicional. Dentro de las estrategias desarrolladas por las políticas culturales y turísticas, los planes de desarrollo que incluyen de manera destacada la expansión del sector turístico son fundamentales para poder ubicar con precisión la naturaleza de la actividad turística. Lo que trae como consecuencia que algunos investigadores consideren el turismo como una industria cultural. Es imprescindible diseñar políticas que permitan maximizar los beneficios que pudieran derivarse de la inserción de un territorio dentro de una oferta turística, aunque lo importante no es favorecerlo de cualquier modo sino hacerlo de una manera muy específica que permita aprovechar efectivamente las posibilidades y recursos que puede ofrecer. La importancia de la dimensión cultural del turismo consiste precisamente en que ésta puede ser considerada como un activo de los más valiosos para facilitar el crecimiento de un territorio dentro de la oferta turística.A pesar de lo expuesto es necesario estar alerta ante las amenazas y problemas derivados de una planificación errónea que traiga como consecuencia graves problemas sociales, de transculturación, entre otros, ya que ante todo se pone en peligro la identidad cultural de los territorios.Por ello, es fundamental aplicar el concepto de desarrollo sostenible y sustentable al ámbito de la colaboración y coordinación, en definitiva, del trabajo conjunto entre el sector cultural y turístico. Tenemos la obligación de garantizar la conservación y, a la vez, la difusión de nuestra herencia histórica y del entorno donde se ha desarrollado, en un marco de crecimiento armónico y equilibrado de la sociedad tanto en el ámbito cultural como en el económico y social.Es necesario fomentar un compromiso ético por parte de todas las instituciones y agentes implicados. Asimismo, es importante fomentar una adecuada planificación de todos los aspectos sociales, económicos y culturales que intervienen en el desarrollo turístico. Básicamente, considero que esta planificación debe basarse en principios como:• La protección del patrimonio y la identidad local, a través del diseño de una oferta autóctona que se sustente en la adecuada preservación e integridad de los bienes y valores de la zona, teniendo a los ciudadanos del territorio como protagonistas de su proceso de desarrollo. Estos últimos son el principal y más importante recurso de un territorio; por ello, es imprescindible implicar el mayor número posible de personas en los proyectos de dinamización del patrimonio sin olvidar a los agentes locales, procurando que los procesos de desarrollo se lleven a cabo desde la base. • La mejora de las condiciones de vida de la población local y su patrimonio, que tendrá como resultado la conservación del patrimonio y su uso social, ya que ninguno de ellos puede subsistir sin el otro, se necesitan y complementan.• La formación y el reciclaje de los distintos agentes y colectivos implicados en las estrategias de conservación y promoción. • Desarrollo de proyectos integrales de crecimiento sostenible y sustentable del patrimonio cultural. En este sentido, no sólo preservaremos la cultura, los monumentos y el entorno, sino que además apoyaremos el despegue de la económica local, principalmente del sector terciario, la creación de empleo y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, entre otros aspectos igualmente importantes. Como he indicado anteriormente, las tendencias crecientes hacia la globalización traen como consecuencia que el turista “global” pueda acceder a fuentes de información de cualquier lugar del mundo antes de decidir su destino turístico. Este efecto positivo puede llegar a ser frontalmente negativo si nuestra estrategia de promoción no es la adecuada. Afrontar este reto de manera oportuna y conveniente es un pilar básico de la política cultural y turística de nuestra ciudad. Las características sociales, culturales, económicas y los hábitos de consumo del turista experimentan cambios mucho más frecuentes. Cada vez más, el turista es exigente, comparativo y crítico. En este sentido, las políticas culturales y turísticas deben estar coordinadas y ser dinámicas ante una realidad constantemente cambiante. Considerando la realidad de crisis económica global existente en la actualidad, cualquier política que promueva la actividad turística en coordinación con el sector cultural necesita de condiciones medio ambientales, económicas, sociales y políticas, adecuadas a cada territorio y a las posibilidades de estos, olvidando ideas erróneas que orienten hacia frustraciones futuras. Por consiguiente, el reto actual, comprende el diseño de una política turístico-cultural que tenga como base un compromiso ético-político de la sociedad a la que se debe, a la vez que ese diseño debe estar centrado en una constante mejora de los recursos y productos de promoción y, sobre todo, de la calidad de vida de los ciudadanos.

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